PRIMERA FOTO DE INÉS, A LAS 2 HORAS DE NACER |
Amo
la vida, la naturaleza, los animales… Amo casi todo lo que me rodea y no ha
sido manipulado –para mal- por el hombre.
Por suerte no he perdido esa capacidad casi infantil de fascinarme
cuando un animalillo pasa ante mí. Lo hago casi todos los domingos, cuando en
dirección a nuestro gijonés Rastro, unas ardillas hacen las delicias de niños y
mayores saltando ágiles de árbol en árbol en el también gijonés parque de Isabel La Católica. O cuando un
gorrioncillo atrevido entra en el Café de El Parchís para picotear las miguitas
que caen de las mesas. Y sin ir más lejos, hoy en el parque de Villaviciosa
empezaban a salir las primeras margaritas, anuncio temprano de la primavera… Todo forma parte de las cosas que,
como decía, siguen fascinando a esta abuela. Pero nada es comparable al
nacimiento de Inés. En realidad, creo que aún no he salido del estado de embobamiento que me produjo ver la carita de Inés
por primera vez. Hace cuatro díaS todo lo que sabía de Inés era por medio de una
ecografía, en la que –no sin esfuerzos- trataba de localizar sus bracitos, sus
piernas… Y de ahí pasé, en un soplo como quien dice, a poder tocarla. Y ya le pude poner
cara, tocar sus mofletes –porque los tiene-, coger esas manitas que son muy
largas y huesudas, como las mías. Todo me parece un milagro. Creo que la vida lo es.